martes, 4 de septiembre de 2012

Decir la verdad o no, es independiente de mentir


Hace muchos años, cuando apareció en el mundo el detector de mentiras, todos los abogados y estudiosos de la conducta humana estaban fascinados. 

El aparato se basa en una serie de sensores que detectan las variaciones fisiológicas de la sudoración, contracturas musculares, variaciones de pulso, temblores y movimientos oculares que se producen en cualquier individuo mientras miente.

En aquel entonces, las experiencias con la «máquina de la verdad», como se la llegó a llamar, proliferaban por doquier.
Un día, a un abogado se le ocurrió una investigación muy particular. Trasladó la máquina al hospital psiquiátrico de la ciudad y sentó en ella a un internado: J. C. Jones. 
El señor Jones era un psicótico y en su delirio aseguraba que era Napoleón Bonaparte. 
Quizá por haber estudiado historia, conocía a la perfección la vida de Napoleón y enunciaba con exactitud y en primera persona pequeños detalles de la vida del Gran Corso, en secuencia lógica y coherente.

Los médicos sentaron al señor J. C. ante el detector de mentiras y, tras una rutina de calibración, le preguntaron:
—¿Es usted Napoleón Bonaparte?

El paciente pensó durante un instante y después contestó:

—¡No! ¿Cómo se le ocurre? Yo soy J. C. Jones.

Todos sonrieron, excepto el operador del detector de mentiras, que informó de que el señor Jones ¡estaba mintiendo!

La máquina demostró que cuando el paciente decía la verdad (es decir, cuando afirmaba ser el señor Jones), estaba mintiendo….porque él creía que era Napoleón Bonaporte. 
  

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